Wednesday, July 27, 2005

Km. 5

En Km. 5 todo tiene que sumar cinco. Así lo quieren (o lo ejecutan) sus habitantes. El día en que llegué, acababan de matar a cuatro foráneos.
Parado entre los cadáveres y los asesinos, e hilvanando algunas nociones de lógica que conviven mas o menos pacíficamente con sus supersticiones, logré convencerlos de que , habiendo entre los asesinados dos niñas y dos mujeres, no era yo el tipo de víctima que necesitaban para completar las series.

Friday, July 22, 2005

Antes de entrar a mi casa, casi siempre se que me espera el caos. Entro. Si, me esperaba. Cosas tiradas, platos con restos de comida, restos de comida sin platos. Un cobayo que se escucha pero que no se ve. Hermanos y amigos gritando. Saludo y paso para la pieza. Con la puerta cerrada parece un refugio, pero se que adentro tiene que ser peor. Abro. Me asombro. No hay cosas tiradas, ni camas desechas, ni gente gritando, ni cantantes gritando, ni guitarras gritando, ni cobayos gritando, ni vasos, ni restos de comida, ni tazas usadas de cenicero, nadie durmiendo en mi cama. Ni siquiera se escuchan los gritos de afuera. Pero hay un detalle sospechoso: no se siente olor a orden. Se siente el olor de siempre. Es que las azarosas formas del caos han tomado momentáneamente la forma del orden. Un segundo después el caos vuelve a ser reconocible.