Tuesday, February 22, 2011


OVINOS TITÁNICOS


Entonces la improbable situación de llegar a tu casa y no poder entrar porque justo en la puerta se están peleando dos ovinos gigantes. Una turbia nube de lanas que se agitan en la polvareda, un torbellino de topetazos a quemarropa, una explosión de balidos de guerra. No distinguir nada al principio, en ese tumulto indiscernible. Verlos retroceder lentamente con sincronía inmemorial, tomando carrera para darle fuerza al topetazo, y después, en dos trancos, pum, ver chocar dos planetas de lana. De pronto tenerlos en frente a los dos, como sentados, con las patitas de adelante, gigantes pero cortas, asomando apenas en el aire, las miradas confusas, ovinas, y las lengüitas gigantes colgando desarticuladas. Verlos volver eléctricamente a la batalla. Ver volar los vidrios, los escombros y las chapas. Notar como la cuadra de tu casa rápidamente se va desintegrando. Esperanzarte con la llegada de la policía, y en seguida ver que es peor. Que en vano descargan sus armas en los ovinos superdesarrollados. Que las balas se detienen en algún punto de las marañas, pero los estampidos los hacen mear, y cada vez que un ovino mutante se mea es una catástrofe. Sentir tibiamente en los pies los ríos de pis ovino que corren usando la calle como cauce, y después sentir como te lleva el caudal y te deja a media cuadra. Por último, el ejército desata sus cañones. Los proyectiles descansan mullidos en las lanas, pero los inconmensurables ovinos se mean tanto que su propio río de pis se los lleva, patitas para arriba, gigantes, desorientados, blancos y amarillos, calle abajo. Por fin, queda libre la puerta de tu casa. Avanzas al trote por la cuadra arrasada y entras al edificio sintiéndote partícipe de un milagro. Vos también te estabas meando, y ahí adentro te espera el baño, y después, a pegarte un bañito, secarte las lanas, perder la mirada en la tele y pastar como Dios manda, y recordar cada tanto, confusamente, como si fuera un sueño por la mitad, la gigantesca batalla de los ovinos titánicos.


*Foto de Oblina, ovina titánica, cedida por Rocío Acevedo