Friday, October 17, 2008

BASURA


Intento tener una convivencia pacífica con la basura. Pongo todo de mí. Hago de la tolerancia un culto. No la juzgo mediante criterios estéticos: Siento que solamente la cuestión de salubridad puede fundar mi potestad de meterla en una bolsa y depositarla en el canasto. En esto, soy de hierro. No me conmueve el desorden. No me gusta, es cierto. Lo aborrezco. Pero la limpieza se parece demasiado al exterminio. No en vano se usa “limpieza étnica” como eufemismo de genocidio, y sospecho que “limpieza”, a secas, también es eufemismo de otra cosa. Así que me mantengo fiel a mis principios. Desplegados a lo largo, alto y ancho, van rellenando las tres dimensiones de mi departamento. Mucho es basura, pero caben algunas distinciones técnicas. Entrando en los pantanosos terrenos que preceden toda esencia, intentaré los lineamientos básicos de una ontología de la basura. La basura tiene dos características que la definen, las cuales ocupan niveles diferentes del plano subjetivo. En primer lugar, en el nivel racional, la idea de utilidad. Diferenciar lo que sirve de lo que no sirve. Y nos encontramos ya con un problema medular: Esos papelitos abollados que proliferan en el piso, en la mesa, en la biblioteca, en el armario, arriba del tele, en la cama, ¿son basura?. No lo se. Detrás de cada uno, debajo, o envuelta, anida la sospecha de que por algo están ahí. Una suerte de determinismo, de concepción mecanicista de la historia, que lleva a sospechar que esos papeles han llegado allí por su contenido, mediante actos voluntarios yaolvidados pero no prescriptos. Los papelitos suelen estar habitados por números de teléfono que no se corresponden con ningún nombre, nombres que no se corresponden con ningún dato, anotaciones que no se corresponden con ningún sentido, conceptualizaciones de operaciones mínimas en multirrubros que no recuerdo. Pero justamente en su falta de sentido aparente radica su fuerza. Porque el sentido se presupone. Y al faltar, el papelito queda abierto al infinito. Se convierte en un abismo de papel, en un puente blanco al vacío ante el cual uno no puede más que temblar. En el nivel intuitivo, el enfoque se centra en la sensación de asco. A veces la basura es basura simplemente porque es sucia. A esta es a la que le tengo menos tolerancia, porque sus viscosidades, sus olores, sus mezclas teratológicas, disparan instintivamente todas las alarmas del cuerpo, arrugan el aparato digestivo, convulsionan los órganos, ralentizan la respiración, causan ligeros temblores seguidos de violentas arcadas, derriban toda sensación de seguridad, toda certeza acerca de los peligros o su inexistencia. Así las cosas, así la basura, y así la indistinguible no-basura, que la aumenta y la multiplica hasta la nausea. Y yo, circulando por los senderos que me quedan, que me dejan, intentando no resbalar, no caer en un charco blancuzco moteado de yerba mate o en un abismo de sentido que juega de patio de atrás de algún papel, examino con cuidado todas las alternativas, hago circular la información por mi cabeza hasta pulirla y abrillantarla, y no me apresuro. Cuidado. Puede no ser basura.